11.3.06

Político, Ministro, Presidente y Ciudadano.





Hace 10 años, fuí de paseo a La Moneda por el colegio. Cuando trataba infructuosamente de hacer reír al paco que estaba en la entrada, dí un paso atrás y choque con alguien. Lo mire para arriba como apuntando al cielo...ví un tremendo ropero de manos grandes y mirada firme: era Ricardo Lagos, el ministro.

Me dió un poco de susto, porque me pareció imponente. Nunca me he sentido tan chica en la vida - la pequeñez me acompañara siempre, pero bue...-, casi como una hormiga. Estaba parada al lado de ese mismo hombre, que 2 años atrás, con una valentía y firmeza que he visto también pocas veces, encaraba a uno de los personajes más funestos de la historia de Chile, que en ese entonces, con un dedillo podía hacer y deshacer, por su condición de dictador, por autoimponerse Presidente de la República.

Aquél era Lagos, el político. Jefe de la Alianza democrática (posterior concertación), economista, fundador del Partido por la Democracia (PPD); sin duda el vocero más directo y enérgico de la oposición por ese entonces.

"Quiero decirle General Pinochet" -dijo mirando fijamente a la cámara. Los ojos parecían dos destellos, dos filos imposibles de doblegar. Nunca más despego la mirada, nunca más aflojó la voz. Y para acompañar, el elemento perfecto, único, distintivo: el índice acusador, ese tremendo dedo que parecía decir "a mí no me vienes con huevadas". Notable.

Después de aquél episodio clave en la lucha por la democracia, tenía a ese personaje en frente -había chocado con él para ser sincera, e incluso como que lo anduve pisando, ensuciándole su impecable pantalón- y lo primero que hice cuando caché quien era, fue mirarle la mano que alojaba el famoso dedo: ¡Era enorme!

"Lo que debe doler un charchazo de esa manota"- pensé altiro.

Esbozó una sonrisa y puso su mano en mi cabeza. Relajo total, después del infortuno que permitió que me lo topara. "Buenos días señorita, permiso"- dijo, y se perdió por los pasillos de La Moneda.

Por esas cosas de la vida, pude darle mi voto (2 veces) para que llegase a la presidencia. No me arrepiento de ello y dudo que alguna vez lo haga; estuve en el acto de cierre de su campaña, en el Parque Forestal; ví y oí cuando se dirigió hacia nosotros -la multitud, sus votantes, sus partidarios, su gente- desde la entrada del Museo de Bellas Artes; presencié cuando levantó el potencial brazo triunfante de Soledad Alvear. Ese era Ricardo Lagos el candidato.

Al Lagos Presidente, lo ví varias veces entrando ó saliendo de La Moneda, pero fue por la televisión que aprecié sus rabietas, sus discursos, sus paradas de carro, las cuentas públicas en los discursos del 21 de Mayo. Hay varias notables: cómo lo que le dijo al ex presidente boliviano Meza "Ofrezco relaciones aquí y ahora"; y de las últimas "¡Oye ven para acá!...este niño todavía no comprende que es la democracia...", a un sujeto en la flamante Línea 4.

Cuando salió por la puerta de La Moneda por última vez hoy, no pude evitar sentir un nudo en la garganta. Se notaba visiblemente emocionado por el cariño de la gente, que se apostó en las afueras para despedirle. Es increíble el magnetismo que tiene, que logra que las señoras se le avalanzen como si fuera Luis Miguel, entre lluvia de besos y fervorozos "¡Gracias Presidente!", "¡2010, 2010!". La gente lloraba ahí y cuando se retiró del congreso, en una ovasión inédita y única en la historia republicana de este angostito país. El que salía era el Lagos ciudadano.


Gracias y hasta siempre Don Ricky,
¡Nos vemos el 2010!



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